lunes, 4 de diciembre de 2017

EL PATACÓN, PADRE DEL DÓLAR




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sólo es un somero aporte para los curiosos
del idioma y de la historia.
Para ver "El Patacón..... (1a. Parte) 
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Como ya se ha dicho en el trabajo precedente, al norte del río Grande o Bravo de México, una más que extensa y vasta región, comparable al menos con la mitad de Europa, que comprendía el actual centro-oeste de los Estados Unidos, aproximadamente desde las orillas del Mississippi y la costa atlántica de Texas, hasta las antiguas playas californianas y los fiordos montañosos del Pacífico canadiense, estuvo bajo el dominio de la corona española, en forma más bien nominal que efectiva, pero durante casi trescientos años.
Como consecuencia de la caída del Virreinato de Nueva España, por la independencia de la República de México en 1821, esos territorios pasaron al nuevo estado, pero por muy poco tiempo, no pudiendo resistir la agresión bélica de los terratenientes del norte, éste hubo de cederlos o venderlos a la Unión a mediados de ese siglo XIX.
Pero por allí quedaron, un tanto olvidados, testimonios culturales, religiosos, cartográficos, toponímicos, ar.-quitectónicos o documentales del anterior régimen.


Numerosas expediciones realizaron los españoles por las costas este y oeste en procura de un paso interoceánico, así como por el interior del territorio, buscando afanosamente yacimientos de metales preciosos o tratando de reducir a los naturales para el servicio personal y el laboreo de la tierra; a su paso dejaron fugaces asentamientos que fueron destruidos o abandonados, no obstante, algunos lograron perdurar en el tiempo, como los que se citan a continuación, menciones simplemente ejemplificativas.         
San Agustín de la Florida, fundada en septiembre de 1565 por el explorador asturiano Pedro Menéndez de Avilés, cuarenta y dos años antes de que los ingleses se establecieran en un lugar que denominaron James-town (1607) en el territorio de la futura colonia de Virginia y cincuenta y cinco años antes de que desembarcaran los “padres peregrinos” del Mayflower (1620) para organizar la colonia de New Plymouth. San Agustín es la ciudad de origen español más antigua del territorio de Estados Unidos que estuvo habitada permanentemente.


Además de San Agustín durante la gestión de Menéndez de Avilés se levantaron los fuertes de San Mateo, San Pedro, Santa Elena, Santa Lucía y Tequesta, los que dieron lugar al asentamiento poblacional en sus contornos. Florida sería la marca española durante algo más de 200 años sobre la costa del este norteamericano.
Nuevo México (actualmente estadounidense) fue una provincia del Virreinato de Nueva España (México) instituida en 1598 por el conquistador Juan de Oñate; el colono Juan Martínez de Montoya toma posesión del sitio, sobre el camino real de tierra adentro, a partir de 1607 y el capitán Pedro de Peralta funda la ciudad de Santa Fe en 1610, que sería la primera capital provincial que aún persiste.
El pueblo colonial español de Alburquerque, fundado en 1706 como comunidad agrícola y puesto avanzado a lo largo del camino real, en la actualidad es la ciudad más poblada de ese estado, a la que el gobernador provincial Don Francisco Cuervo y Valdez le puso tal nombre en honor al duque de Alburquerque, virrey de Nueva España en ese entonces.


La ocupación territorial, en esa inconmensurable extensión, no sólo se efectuó mediante la construcción de fuertes y la formación de pueblos, también fue fundamental el asentamiento de las misiones religiosas (dominicas, jesuitas y franciscanas) para la conversión de los nativos, su asimilación a la cultura española y su protección ante los frecuentes comportamientos abusivos de los colonos civiles y/o de las tropas militares, alrededor de aquellas también se aglutinaron pobladores europeos que, con el transcurso del tiempo, se convirtieron en importantes centros urbanos como, por ejemplo, San Antonio (1718) San Diego (1769) San Francisco (1776) y Los Ángeles (1781) entre otros muchos.

Los españoles llegados a estas extrañas tierras, que para ellos eran un nuevo mundo, tuvieron que usar entre sí, durante los primeros años, las pocas monedas castellanas que portaban consigo, pero para sobrevivir, los medios de cambio que utilizaban los indígenas, hasta que descubiertos los filones de oro y plata hicieron los primeros intentos de imitar la moneda metálica europea. Se fundieron discos de una aleación de oro y cobre (llamados pesos de tepuzque) cuyo peso correspondía al de un castellano (moneda española) pero cuyo valor intrínseco era despreciado hasta por los mismos nativos.








Recién en la tercera década del siglo XVI comenzó a circular en el territorio de Nueva España la moneda metálica acuñada y el crecimiento del comercio hizo necesario el establecimiento de un taller de acuñación. En 1535, al tiempo en que se establecía oficialmente el Virrey Antonio de Mendoza, se recibió la cédula de fundación de la Casa de Moneda de México (la primera en América) con el siguiente mandato de los reyes Carlos I y Juana, para que la marca de dicha ceca  fuese el monograma de la siguiente imagen (Mo).

Al parecer, las primeras piezas se tro-quelaron en abril de 1536, en denomi-naciones de 4, 3, 2, 1 y ½ real; también se acuñaron monedas de cobre en denominaciones de 4 y 2 maravedíes para uso de los indios, cuya fabricación fue suspendida por el rechazo de los naturales a esas monedas.
Según los eruditos las monedas mejicanas de ocho reales se acuñaron a partir de 1572, la incertidumbre en cuanto a la fecha, se origina en que el año de emisión sólo comenzó a labrarse en las monedas a partir de 1586.  

Como nota marginal cabe señalar que en la ceca de Potosí se forjaron monedas españolas de plata desde 1575 hasta 1825, año de la proclamación de la independencia de la República de Bolivia, utilizando como marca de esa casa de moneda el siguiente monograma (PTSI).

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Entretanto, uno de los hechos más relevantes del déspota Henry VIII, rey de Inglaterra, fue la separación de la Iglesia anglicana de la Iglesia católica y la ruptura con el papado de Roma; aunque canónicamente era un devoto y ferviente católico, oficialmente reconocido como “Fidei defensor” (Defensor de la Fe) título que le concediera el Papa León X, en 1521, por su oposición entonces al luteranismo protestante, en 1533 resuelve casarse, esta vez con Ana Bolena, la segunda de sus seis esposas; meses después el Arzobispo de Canterbury, pese a la oposición papal, declara nulo su anterior matrimonio con Catalina de Aragón, hija de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos y en 1534 se hizo proclamar como jefe supremo de la nueva religión oficial del reino: el cristianismo anglicano; causa eficiente del cisma con la Santa Sede romana.







El imperio británico de ultramar, el más extenso de la historia, comenzó a tomar forma a principios del siglo XVII.
En 1607, un centenar de colonizadores anglicanos levantó, a cuarenta kilómetros de la costa este norteamericana, un precario fuerte y años después una pequeña aldea que denominaron Jamestown, en honor del rey James VI de Escocia y I de Inglaterra, quien fomentó dicho em- prendimiento, en el actual estado de Virginia.

Los accionistas inversores de la Virginia Company of London financiaron esa empresa con la expectativa de encontrar yacimientos de oro o plata (aunque aquellos primeros inmigrantes tuvieron que sobrevivir con los muy escasos suministros enviados desde Londres, sumado a una incipiente agricultura y la venta de maderas o pieles de nutria, visón y castor) sin embargo lograron obtener crecientes beneficios con la producción de tabaco, particularmente cuando el colono John Rolfe (casado en segundas nupcias con la nativa conocida como Pocahontas) introdujo cepas caribeñas de mayor calidad, lo que permitió extender las plantaciones, incorporar nuevos colonos e iniciar la introducción de esclavos africanos.

Jamestown (Virginia) fue la primera de las trece colonias consideradas como el origen de los Estados Unidos.


A mediados del siglo XVI la reforma luterana se había extendido por todo el noroeste europeo, pero sus postulados y sus prácticas fueron considerados demasiado moderados por otros grupos religiosos que radicalizaron su contenido y su praxis. 

La oposición de los católicos ingleses a la política religiosa anglicana fue cruelmente reprimida, además, se disolvieron todos los monasterios, sus bienes fueron confiscados y destruidos todos los santuarios, pero también fueron perseguidos o presionados los reformadores que seguían otras tendencias, como los puritanos calvinistas que se negaban a acatar o seguir los ritos y principios emanados de una iglesia estatal, sosteniendo que cada congregación debía organizarse independientemente, sin otras autoridades eclesiásticas superiores.


Un grupo separatista emigró a Amsterdam en el año 1607 y al año siguiente a la ciudad de Leiden, también en los Países Bajos, donde el calvinismo había calado fuertemente en la población y en la que permanecieron hasta 1617.

En 1618, parte de esa comunidad se trasladó a Southampton (Inglaterra) aceptando las propuestas de la Compañía de Londres que ofrecía tierras para establecerse en la futura colonia británica de Virginia, hacia donde partiera un centenar de viajeros en setiembre de 1620, desde el puerto de Plymouth y a bordo del Mayflower.   

El viaje terminaría a unos 800 kilómetros al norte del lugar previsto, tal vez por causa de los huracanes que azotaron la nave, la imprecisión del instrumental de la época, la poca pericia de la tripulación, o por todas ellas, lo cierto es que echaron anclas en el gancho que forma el extremo norte de la península de cabo Cod, en la bahía de Massachusetts.

travelfilmarchive
                           Viaje de la réplica del Mayflower en 1957
                        por: travelfilmarchive - 2009

Como se encontraban en un territorio que no era el acordado y sin una carta real que autorizase la ocupación y forma de gobierno, aún estaban embarcados, cuando redactaron y firmaron el Mayflower Compact, pacto civil y político por el cual se comprometían a establecer una comunidad regida por las normas del derecho común inglés y estrictos principios bíblicos, según la teología calvinista, que regularían puntualmente el comportamiento público y privado de las personas.

Después de explorar los alrededores, en diciembre de ese año de 1620, se establecieron en la costa occidental de la bahía formando la  colonia de New Plymouth.

En los años sucesivos distintas naves arribaron con nuevos colonos ingleses, muchos de la congregación original de Leiden (Holanda) y otros simplemente labradores, comerciantes o aventureros, extraños que creaban cierta tensión entre los primeros pobladores.


A partir de 1630, en tierras concedidas a la sociedad de inversores de la Massachusetts Bay Company, un contingente de más de setecientos de ingleses puritanos se radicaron en la Massachusetts Bay Colony, pocos kilómetros al norte de la anterior, con el objeto de preservar su identidad cultural, costumbres y prácticas religiosas, alejados de la supervisión real y del arzobispado anglicano.
Para 1640 habitaban New England unos veinte mil inmigrantes ingleses. La colonia de la bahía de Massachusetts absorbió en 1691 a los peregrinos separatistas de Plymouth y los puritanos dominaban la vida religiosa de la región en la que Boston se convirtió en el centro espiritual, pero, así como esa comarca se caracterizó por la elección democrática de los líderes de cada comunidad y desarrolló una actividad trascendente en el movimiento contra la esclavitud, en sus inmediaciones se produjeron los perversos y alucinantes hechos, motivados por la histeria colectiva, que concluyeron con las torturas y ejecuciones de las llamadas “brujas de Salem”, pues aunque los puritanos de aquellos tiempos eran personas laboriosas y honradas, también eran fanáticamente devotas e intolerantes y no se privaron de ejecutar o mutilar a los descarriados que seguían “creencias erróneas”, ahuyentando de Massachu-setts a muchos semejantes que contribuyeron al crecimiento de otras colonias, como Providence (en Rhode Island, 1636) fundada por Roger Williams, teólogo inglés defensor de la tolerancia confesional y de la separación de la iglesia del poder político, razones por las que fue expulsado de esa región. Esta comunidad fue el refugio de cuáqueros y judíos sefardíes, por ejemplo.


Otros colonos, buscando mejores posesiones y oportunidades de crecimiento económico originaron las poblaciones de New Hampshire (1623) Connecticut (1635) Carolina (1655-1663) y New Jersey (1664). A pesar de ser una pequeña extensión territorial, suecos, neerlandeses e ingleses compitieron por la colonización de Delaware desde 1638.
En 1634 llegan los primeros colonos a la bahía de Chesapeake, tierras cedidas por merced real a Cecilius Calvert, Lord Baltimore, noble católico que pretendía formar una comunidad con ingleses que profesaban esa religión y que estaban discriminados en sus lugares de origen. En Maryland, no obstante garantizarse la libertad de cultos, en años posteriores surgieron graves conflictos con los pobladores protestantes, hostilidades que culminaron con la quema de las iglesias católicas y la toma del poder público por los disidentes.














El siglo XVII es el siglo del origen y expansión de un nuevo imperio: el holandés, período en el cual una pequeña provincia (Holland) convierte su gentilicio en la denominación vulgar del conjunto de los Países Bajos (Nederland).
Esto era así, porque Ámsterdam, además de ser por entonces el principal puerto comercial de Europa, ya que desde sus dársenas levaban anclas cientos de buques hacia todos los mares del orbe, también era una de las ciudades mundialmente más prósperas y el centro financiero más grande del mundo.
La experiencia náutica de muchos de sus pobladores, los conocimientos adquiridos sobre el arte de marear, los adelantos en materia cartográfica y en la arquitectura naval de sus astilleros, les permitieron armar numerosas flotas mercantes o de guerra para llegar hasta las más lejanas tierras en busca de especias, metales preciosos o adquirir nuevos dominios territoriales para apropiarse de determinadas materias primas para su manufacturación.
En esa época aparecen sociedades mercantiles cuyo capital es aportado por accionistas con la expectativa de participar proporcionalmente en la distribución de las futuras ganancias.
En 1602 el gobierno fomentó la creación de la «Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales», otorgándole estatutos que la facultaban para ocupar tierras, construir fortalezas, sustentar fuerzas armadas y celebrar tratados con los gobernantes asiáticos.

En poco tiempo los neerlandeses tuvieron, prácticamente, el monopolio del comercio de especias en el Océano Índico y en el Mar de Filipinas.


AÑO 1606 - BUQUE HOLANDÉS DUYFKEN EN AUSTRALIA
La Sociedad Numismática Australiana<>Biblioteca  
http://the-ans.com/library/Conf2012MT1.html

Pero también extendieron sus exploraciones hacia el continente americano en busca de un paso interoceánico para llegar a Asia; después de practicar algunos reconocimientos en la costa noreste; el inglés Henry Hudson, navegando para la citada compañía, penetró en la cuenca del río Noordelijke Rivier (Río del Norte) que actualmente lleva su nombre, como también en la amplia bahía del Zuidelijke Rivier (Río del Sur) que posteriormente se denominó Delaware.
Por esta razón, los holandeses, mejor dicho neerlandeses, reivindicaron el territorio comprendido entre ambos cursos fluviales al que llamaron Nieuw Nederland (Nuevos Países Bajos) en el que algunos inversores y aventureros se dedicaron al comercio de pieles de nutria, visón o castor con los nativos de la región, como es el caso de los navegantes holandeses y comerciantes de pieles Adriaen Block, que realizó cuatro viajes entre 1611 y 1614 o Cornelius Jacobsen Mey, que además de realizar distintas exploraciones y operaciones de intercambio por esos parajes, capitaneó el primer grupo de colonos inmigrantes en 1624. 
La colonización propiamente dicha  había comenzado a partir del año 1621 en que una corporación mixta (gubernamental y privada) obtuvo los derechos monopólicos para la explotación de esas tierras, la «Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales», que también incursionaría en la costa occidental de África, el Caribe y Brasil, fundamentalmente comercializando, o contra-bandeando, manufacturas europeas por oro, plata, marfil, pieles, sal, tabaco, azúcar, pimienta, esclavos, etc., pero teniendo como objetivo primordial apoderarse de las colonias portuguesas y españolas; tras fracasar en ese propósito decidieron intervenir en el negocio de la piratería.



En 1624, desembarcan en los Nuevos Países Bajos alrededor de 110 colonos, que formaban parte de unas 30 familias holandesas, valonas y flamencas, las que viajaron con ganado, granos y herramientas agrícolas y fueron asentadas en distintos lugares, a orillas de los mencionados ríos, con la única perspectiva de sobrevivir y obtener algún beneficio con el comercio de pieles.
En 1625, en el cauce del río navegado por Hudson, más precisamente en el extremo sur de la isla de Manhattan, se asentaron otras familias arribadas en distintos navíos y los primeros once esclavos africanos propiedad de la Compañía, los que fueron empleados para realizar aquellos trabajos públicos necesarios para la defensa y adecuación del sitio.   
En 1626 el renano Peter Minuit, a quien se atribuye haber transado con los nativos el derecho a ocupar el lugar, es designado director de la compañía holandesa con amplias facultades gubernativas y jurisdiccionales, las cuales tenían por objeto asegurar la expansión de las operaciones mercantiles y acrecentar los beneficios de los inversores, estimándose que para esa época poblaban el lugar unos 270 habitantes, incluyendo mujeres y niños, que vivían en forma muy precaria, pero al que pomposamente denominaron Nieuw Amsterdam (Nueva Ámsterdam).




A partir de 1629 se efectuaron importantes asignaciones de tierras; nuevos terratenientes y colonos expandieron las posesiones de la empresa en los valles de los ríos Connecticut, Hudson y Delaware, conformando la provincia de Niew Nederland (Nuevos Países Bajos) ente de indefinida división política que, en realidad, era un territorio empresarial cuasi monopólico que llegó a contar con alrededor de 9.000 habitantes hacia 1664, estimándose que la mitad de ellos no eran holandeses, pues abundaban los inmigrantes belgas, alemanes, suecos, finlandeses e ingleses y en menor cantidad franceses, judíos, españoles, etc.

Este proceso evolutivo prosigue con la llegada de Petrus Stuyvesant en 1647, designado como director general de la compañía en el nuevo territorio neerlandés, quien emprende una importante serie de obras, mejora la fortificación del lugar y la construcción del primer muelle sobre el East River (Río Este) así como puentes, muelles y escuela. Además concentra a los pobladores dispersos dentro del perímetro defendido y toma drásticas medidas para mejorar la calidad de vida moral y material de aquellos pioneros.
También se le adjudica la construcción, en 1653, de una empalizada o pared de gruesos tablones, con foso relativamente ancho y profundo, en el límite norte de la población, a lo largo de la última calle, como defensa ante una eventual irrupción de los colonos ingleses radicados en las cercanías o de la propia infantería de marina británica, en caso de un ataque naval.
Según planos de la época, parece ser que se realizaron importantes movimientos de tierra y piedra en todo el contorno del bajo Manhattan, hasta aparecen baluartes, sobre ese lado norte, para la instalación de cañones.


El nombre neerlandés de la última senda, callejón o camino, según se observa en la parte superior de la imagen anterior, era Walstraat, expresión que se refiere, precisamente, a la muralla, pared, vallado o parapeto (wal) levantado con tierra apisonada, maderos o piedras para proteger un sitio e impedir la entrada en él, como así también a la calle interior (straat) abierta para facilitar el movimiento de tropas y suministros durante un asedio.
En varias ciudades de los Países Bajos, como Brujas, Deventer, Doetinchem y muchas otras, se conserva esa expresión como denominación propia de ciertas calles que tuvieron tal origen en el medioevo.
En inglés dice "The Palisade or Wall, es decir, la empalizada o pared.
De 1640 a 1664, la colonia pasó de 400 a 1.500 habitantes y de su puerto partían mercantes holandeses para vender toda suerte de productos, legal o ilegalmente, en los puertos americanos trajinados por españoles, ingleses o franceses.
Por ese entonces hubo un intento de Stuyvesant del prohibir la residencia legal de ciudadanos que profesaran religiones diferentes a la Iglesia Reformista Holandesa (calvinista) pero esa pretensión fue desautorizada por los directores de la compañía en Ámsterdam, la pluralidad religiosa ya era una tradición cultural, legalmente aceptada en la madre patria, lo que en parte explica, el incremento poblacional del sitio por el aporte de judíos sefarditas, luteranos, católicos y cuáqueros.
  
Al poco tiempo de haber arribado los primeros colonos a tierra americana, se encontraron con la necesidad de trocar bienes y servicios, pues aunque no eran indigentes, la carencia de numerario suficiente dificultaba completar la suma requerida o la devolución exacta de la cantidad remanente.
En ese sentido, las monedas neerlandesas de plata más importantes que solían circular en esas colonias eran el tálero nacional (rijksdaalder) y el tálero del león (leeuwendaalder) estos últimos también eran empleados en los tratos comerciales con las colonias inglesas de Massachusetts, Maryland, Pennsylvania, Virginia, New Jersey, etc., asentamientos donde, pese a las restricciones aduaneras de la metrópolis, también pasaban algunas monedas británicas traídas por nuevos colonos, familiares, soldados o contrabandistas.


Rijksdaalder
(1610)
(Plata 0.885, 28,71 g, 40,8 mm)
https://www.vcoins.com


Leeuwendaalder
(1585)
(Plata 0.750, 27,22 g, 42 mm)
https://nl.wikipedia.org/wiki


       
















Shilling (chelín)
- XII pence (peniques) -
(1639-40)
(Plata 5.96 g - 
32 mm)
http://www.antiquesage.com

A su vez, los británicos y neerlandeses comerciaban con los españoles de las islas caribeñas, de tal manera que en poco tiempo la moneda extranjera preponderante, por su inalterable valor intrínseco y amplia difusión mundial, era la pieza española de plata de ocho reales, comúnmente conocida como "real de a ocho", junto con sus divisiones de menor valor, imprescindibles para el menudeo cotidiano.

Real de a Ocho
Segovia - 1597

(Plata 27 g - 40 mm)

http://www.fuenterrebollo.com
Real de a OchoToledo - 1590
(Plata 27 g - 40 mm)
http://www.fuenterrebollo.com













4 reales - México
(1536-1566)

(Plata 0.930 -
Aprox. 13,5 gr - 31 mm)

http://www.maravedis.net


4 reales - México (s/fecha ± 1598-1621)
(Plata 0.930 - Aprox. 13,5 gr - 31 mm)
https://www.numisbids.com











Como se dijo en la primera parte de este trabajo, la rusticidad de las herramientas emplea- das y la manufactura artesanal de estas pie- zas, no fueron las únicas causas de su forma irregular, general- mente la urgencia de la demanda y la cantidad de plata a procesar, motivaron que las acuñaciones, el grosor y corte del cospel fueran asimétricos, por lo que, a veces, el numerario más antiguo es de mayor calidad que las emisiones posteriores.
Esas anormalidades se prestaban para que los particulares limaran o cercenaran sus bordes, por lo que aquí, como en el viejo continente, las piezas se pesaban para determinar su valor exacto. También circulaban monedas falsas, con menor contenido de plata y por ende de menor valor intrínseco.

No obstante, los impuestos, las multas, el costo de las manufacturas europeas, los gastos de navegación, los derechos de importación o exportación y los beneficios comerciales, se giraban a la compañía colonizadora o a las firmas comerciales del país de origen, en monedas de plata contantes y sonantes, por lo que las pocas que quedaban en circulación se retiraban del mercado como ahorro, en la medida de lo posible, o para su atesoramiento, por parte de los más pudientes.     
Por esta razón, en cada colonia se establecieron listas de precios equivalentes y se utilizaron, como cuasi moneda, las balas de mosquete o antiguas medidas de trigo, centeno, avena, guisantes, maíz indígena, pieles de castor, zorro, nutria, alce u oso, para intercambiar por barriles de carne vacuna o de cerdo, una libra de mantequilla, una cuerda de tablas de pino, o cierta cantidad de clavos de hierro, por ejemplo, también se alude al vino, la cerveza y otros licores, como dinero sustituto.
Con este sistema de pago en especie o mercancía, se pagaba un día de jornal y se satisfacían hasta los impuestos, pero cuando se insinuaba hacerlo en metálico, contante y sonante - en lugar de los productos básicos - se ofrecían descuentos de hasta una tercera parte, o más, de la suma debida.
Los nativos, obviamente, estaban consustanciados con el trueque desde tiempos inmemoriales, formaba una parte inseparable de su propia cultura.

En este caso, uno de los objetos que más apreciaban eran las cuentas blancas hechas con trozos tubulares de la columela, pequeña columna central del caracol espiralado Busycotypus ca-naliculatus, especie endé-mica de la costa este nor-teamericana hasta el norte de la península de Florida, así como las cuentas púrpuras o moradas, tinte que podía llegar a negro, trabajadas a partir de las valvas del molusco Mercenaria mercenaria, almeja dura y redonda, cuyo mayor valor dependía tanto de su escasez, como del trabajo de extraer las pequeñas partes más gruesas del cascarón, perforarlas, pulirlas, etc.

Con estas piezas, cuyo nombre los europeos inter-pretaron como wampum, se confeccionaban pulseras,co- llares, pendientes y en-sartadas en varias hileras paralelas de finas tiras de cuero o fibras vegetales, una especie de cinturón o faja ceremonial que no resultaba ser un simple abalorio, sino que, de acuerdo a la disposición de las conchas en su entramado, representaban la jerarquía del usuario y un recordatorio de hechos importantes, pactos inter-tribales o de familia, también parece ser que tenían un sentido animista o escatológico.


Advertidos los europeos de la puesta en valor de ese tipo de conchas marinas, extraídas para su consumo por los pueblos costeros, comienzan el comercio de abalorios por alimentos o pieles con los nativos del interior.

Ningún otro producto colonial tuvo tan alto precio en Ámsterdam, Londres o París, como la piel del castor, roedor nativo de América del Norte (Castor canadensis) y Eurasia.
En variedad de estilos, los sombreros de piel de castor, suave, cálida e impermeable, estuvieron de moda en Europa durante muchos años.


En poco tiempo, los abalorios también fueron moneda alternativa entre los propios pobladores europeos, porque tenían su respaldo o garantía en las pieles que fácilmente se podían adquirir con ellos, además de ser más prácticos para su traslado y menos susceptibles al deterioro que, por el transcurso del tiempo, sufrían los comestibles u otros bienes de uso. Tanto es así que los organismos locales de gobierno fijaron tasas de equivalencia con respecto al dinero, incluso fueron aceptados para pagar impuestos hasta cierto monto, por lo que se convirtieron en un medio habitual de pago.

La aceptación del wampum dependía de que fuese redimido con pieles por los indios. En efecto, los indios eran los banqueros centrales del sistema monetario wampum y las pieles de castor eran la moneda de reserva. Esta convertibilidad mantenía el poder adquisitivo de las conchas.(1)
Pero hacia fines de la centuria del 1600, los wampum, fueron perdiendo precio, pues como no tenían un valor intrínseco y se cosechaban abundantemente en la temporada cálida, había un exceso en la oferta cambiaria, además con la expansión colonial, las colonias de castores que no fueron diezmadas se encontraban en bosques y riachos más lejanos, lo que también aumentaba el costo de sus pieles, el fenómeno inflacionario había llegado al mundo aborigen.
Por otra parte, nuevos comerciantes ingleses y franceses, que competían por ese mismo mercado, llegaron abastecidos de cabezas de hacha, cuchillos, punzones, anzuelos, tela de diversos tipo y color, mantas de lana, camisas de lino, hervidores de agua, joyas, perlas de vidrio, fusiles, municiones y alcohol, especialmente, brandy y ron.
Pero la monarquía inglesa no estaba dispuesta a que los holandeses le usurpasen un territorio que consideraba propio desde que el genovés Giovanni Caboto (John Cabot, en inglés)(2) patrocinado por la corona británica, realizara en 1498 un reconocimiento de las costas septentrionales del nuevo mundo y que poblaran desde 1607, cuando un centenar de colonizadores anglicanos levantó la pequeña aldea de Jamestown, en el actual estado de Virginia y que por los acontecimientos bélicos suscitados en Europa entre las potencias colonialistas de entonces y los que acaecieron en la propia Inglaterra, no había estado en condiciones de reivindicar perentoriamente.



EL IMPERIO INGLÉS CONTRATACA



Resuelta la cuestión europea y restaurada la monarquía inglesa, en 1664 Carlos II designa a su hermano James, Duke of York, como Gran Lord Almirante de la Royal Navy, la más alta jerarquía en la flota de alta mar y en el curso de la segunda guerra anglo-neerlandesa le concede el territorio que se extendía entre los ríos Connecticut y Delaware, comprendido en la región que los ocupantes “holandeses” consideraban como Nieuw Nederland.

En agosto de ese año, echaba anclas en la bahía de Manhattan una flotilla de cuatro naves de guerra, comandada por Richard Nicolls, intimando la rendición del puerto de Nieuw Amsterdam.

Parecer ser que el director designado por la corporación neerlandesa de las Indias, con facultades de gobernador, Peter Stuyvesant, no pudo organizar una eficaz defensa del sitio ante la manifiesta superioridad del enemigo y la poca predisposición de los pobladores aptos para tomar las armas, resentidos por su autoritarismo y las gravosas imposiciones de la Compañía, como así también seducidos por las garantías que ofrecían los británicos de respetarles la vida, la libertad, la propiedad de sus bienes y el respeto a sus tradiciones culturales o religiosas.

El día 7 de setiembre de 1664 los británicos tomaron el sitio en forma incruenta y en los días subsiguientes las demás posesiones neerlandesas de los ríos Hudson y Delaware.

La ciudad de Nieuw Amsterdam fue denominada New York en honor al citado duque James, que a partir del año 1685 sería el rey católico James II of England (más conocido en los países de habla castellana como Jacobo II de Inglaterra).


Posteriormente William Penn erige la colonia de Pennsylvania, en el año 1682, para eludir la discriminación religiosa de que eran objeto los cuáqueros y en 1732 colonos británicos, reclutados y financiados por una corporación oficial, se establecieron en Georgia, principalmente, para impedir el avance de los españoles asentados en Florida, constituyéndose así en la última de las trece colonias que establecieron las bases fundamentales de los Estados Unidos.









En 1699, aquella palizada defensiva, pared, terraplén, mampostería, o lo que haya sido, fue derribada, pero el nombre de la calle quedó incólume, en inglés, como Wall Street (calle del muro) y pareciera que predestinado a ser el epicentro de la especulación financiera mundial y de algunos de los principales sucesos relacionados con la independencia de las trece colonias británicas.


Precisamente, es de destacar que en el encuentro de esa arteria con Water Street (calle del agua) cuando el East River (Río Este) era el centro de la actividad marítima, existía, en 1711, un muelle de madera y un mercado conocido como Meal Market (Mercado de Comidas) porque en ese lugar se vendían las mercaderías descargadas o traídas del interior: granos, carne, harina, algodón, telas, muebles y también desembarcaban partidas de esclavos, probablemente traídos del Caribe, los que eran evaluados en un cobertizo o templete que fungía como tienda. Muchos fueron vendidos y llevados a otras poblaciones o campos y para los radicados en Manhattan también se utilizaba el lugar con el objeto de ofrecerlos en alquiler para trabajos temporales.

MERCADO DE ESCLAVOS DE NEW YORK ALREDEDOR DE 1730

Por esos años, Nueva York tenía aproximadamente 5.000 habitantes y, al menos, 750 de ellos eran esclavos, un número que se incrementó en varios miles en los siguientes 50 años.
Hacia 1737, en la intersección de las calles Wall y Water, en la esquina noroeste, existía una nueva cafetería que, sin ser la primera, ni mucho menos, llegaría a ser uno de los lugares más ensalzados de Nueva York, la Merchants Coffee House, situada frente al mercado de productos agropecuarios, manufacturas y esclavos, paulatinamente logró ser un punto de encuentro para los personajes del mundo de los negocios.
En 1772 la casa se traslada a un nuevo edificio, cruzando diagonalmente la calle, es decir, en la esquina sureste de Wall Street y Water Street, promocionando un nuevo estilo y operando como café, taberna y restaurante, hasta su incendio en 1804.
Durante esos años, a pesar de cambiar de dueño varias veces, continuó siendo un tradicional centro de reuniones; en sus salones superiores se trataban y decidían importantes asuntos comerciales y financieros, importación y exportación de mercancías, registro de buques entrantes o salientes, seguros marítimos y todo tipo de contrataciones; también se congregaban allí asociaciones culturales o de beneficencia y se debatían cuestiones políticas de índole local o nacional, antes, durante y después de la guerra de la independencia, alcanzando su mayor realce cuando el 23 de abril de 1789, George Washington, recién elegido primer presidente de los Estados Unidos, fue recibido oficialmente en el café por el gobernador, el alcalde y otros funcionarios.



Según una histórica tradición neoyorkina, el Acuerdo de Buttonwood, fue una transacción callejera concertada en el 68 de Wall Street el día 17 de mayo de 1792, bajo un árbol llamado de botoncillo o sicómoro (Platanus occidentalis) cuando 24 compradores o vendedores de acciones y otros valores por cuenta de terceros, se comprometieron a darse mutua preferencia en estas operaciones, con una tasa muy baja, para evitar la intermediación de los subastadores. Los primeros valores negociados fueron bonos de la deuda gubernamental y acciones del Banco de Nueva York, que fue la primera corporación en cotizar en la Bolsa.


Este pacto se considera el origen de la New York Stock & Exchange Board, entidad más conocida como Bolsa de Nueva York, cuyos primeros integrantes se reunieron en una habitación del segundo piso del Café Tontine hasta 1817, en que instituyen formalmente esa entidad financiera, cuyo centro de operaciones se encuentra actualmente en el número 11 de Wall Street.





El Tontine Coffee House también fue, desde 1793, una célebre cafetería y algo más, situada en la esquina noroeste de Wall y Water Streets, donde funcionara anteriormente el primitivo café de los comerciantes.
Su nombre proviene de un contrato financiero, “la tontina”, ideado por el banquero napolitano Lorenzo de Tonti, consistente en crear un fondo económico cuyo capital es aportado por un grupo personas, las que recibirán por el resto de sus vidas, los intereses o dividendos que esa inversión genere. Al morir alguno de los partícipes, se incrementaba la ganancia de los demás. El último supérstite recibía, o los últimos se repartían, según se conviniera previamente, el capital involucrado en la operación.
Con el fondo acumulado se adquirió la antigua casa y los lotes adyacentes, parcelas en las que se construyó el nuevo edificio que llegó a ser uno de los cenáculos más concurridos por las camarillas de compradores y vendedores de acciones, mercancías, divisas y esclavos al por mayor.
El lugar también se prestaba para despachar o recibir correspondencia, intercambiar noticias, celebrar tertulias, efectuar declaraciones políticas y generar alguna que otra pendencia.

En la esquina de Broadway y Wall Street, se erige la iglesia anglicana Trinity Church. La actual construcción data de 1846, cuando era el edificio más alto de la ciudad. 

En el 1 de Wall Street, se encuentra la esbelta torre art déco que actualmente ocupa el Bank of New York, primera entidad bancaria de la ciudad y la segunda más antigua en los Estados Unidos, fundada en 1784, sólo unos meses después que las tropas británicas abandonaran el suelo norteamericano y que, anteriormente, desde 1798 estuvo ubicado, durante doscientos años, en el predio de Wall Street número 48.


El solar del 26 Wall Street es uno de los lugares históricos más venerados, allí se comenzó a levantar en 1699 el edificio del segundo Ayuntamiento de la ciudad, que también servía como palacio de justicia y prisión de delincuentes menores y morosos, los que se exponían en la picota para su escarnio y deshonra pública.
Ese inmueble se reconstruyó en 1789 para ser la sede del primer congreso constitucional (Federal Hall) y donde George Washington tomó posesión de su cargo.


Por esa razón, en el actual edificio de 1842, se colocó su estatua en la parte exterior.

Posteriormente fue ocupa-do por una de las depen-dencias del Sub-Tesoro y en sus bóvedas se guar-daron millones de dólares en oro y plata.

John Pierpont Morgan fue un empresario, banquero y coleccionista de arte estadounidense que en su época dominó en el ámbito de las finanzas, la industria y el transporte, con cuantiosas inversiones en numerosas empresas de todo el mundo. La esquina de 23 Wall Street, popularmente conocida entonces como "The Corner", ofrece a la vista un edificio neoclásico de oficinas que fue propiedad de JP Morgan & Co., ubicado en el ángulo sureste de Wall y Broad Streets, en el corazón del distrito financiero de Manhattan. Construido en 1914, previa demolición del anterior (de 1873) de seis pisos y artística mansarda, para levantar, con fingida sobriedad y aparente modestia, la nueva sede de sólo dos plantas (aunque con una altura equivalente a cuatro) en uno de los predios más costosos de la ciudad y rodeado de imponentes rascacielos. 
Insólitamente, no se labró, en su frente, una leyenda que lo identificara, pues era de suponer que todos conocían su origen.


Efectivamente así era, el 16 de setiembre de 1920, mientras las campanas de Trinity Church anunciaban que era exactamente la hora 12, estalló una poderosa bomba, presuntamente anarquis-ta, sobre la pared lindera a Wall Street, causando 38 muertes y alrededor de 400 heridos, por las esquirlas metálicas, la onda ex-pansiva de la explosión y la llu-via de cristales de los edificios cercanos. 

El muro, cuyo grosor es de 7 pies, solo sufrió daños superficiales en cuarenta o cincuenta puntos que la firma Morgan se había propuesto no reparar nunca.




En el 55 de Wall Street, se construyó en 1842 una especie de templo neoclásico, para el banco Merchants' Exchange, con el fin de reemplazar la antigua edificación de madera destruida por el abrumador incendio de 1835, posterior-mente, la Bolsa de Nueva York se instaló allí por una docena de años; en ese edificio también funcionaron dependencias aduaneras hasta que en 1899 fue adquirido y reconstruido por el National City Bank, situado actualmente en el número 111 de esa calle.




Alexis de Tocqueville (1805-1859) aristócrata liberal francés, que residió en Estados Unidos durante dos años, escribió: "no sé de ningún otro país, ciertamente, en que la idolatría del dinero haya arraigado tan nítidamente en el corazón de los individuos". (3)

Más adelante agregó, refiriéndose a los negocios como la principal preocupación de los pobladores euroamericanos:
“El habitante blanco, obligado a subsistir por sus propios esfuerzos, considera la prosperidad temporal como el objetivo principal de su existencia… su ardor adquisitivo sobrepasa los límites ordinarios de la codicia humana: se atormenta con el deseo de la riqueza… se convierte en marinero, pionero, artesano o cultivador con la misma indiferencia, y apoya con la misma constancia las fatigas y los peligros inherentes a estas diversas profesiones; los recursos de su inteligencia son asombrosos, y su avidez en la búsqueda de ganancias equivale a una especie de heroísmo”.
Pero, así como paulatinamente prosperaron inversionistas, comerciantes, importadores, exportadores, transportistas, constructores, industriales o la mano de obra especializada, Jacob Riis (1849-1914) periodista danés emigrado a Estados Unidos, denunció públicamente las duras condiciones de vida y explotación laboral a que se veía sometida la mayor parte de la población inmigrante en Nueva York.


Cómo vive la otra mitad
Jacob August Riis (1888)

En realidad, mucho menos de la mitad de la población de Nueva York, era la que vivía desaho-gada, en la parte superior de la escala social, o, al menos có-moda, en el nivel medio, sectores que se habían preo- cupado poco por el destino de los que estaban más abajo, siempre que pudieran mante- nerlos allí y, a su vez, conservar su propia condición, decía Jacob Riis en 1888.

Pero llegó un momento en que la incomodidad y la aglomeración eran tan grandes y los consecuentes trastornos tan violentos, que ya no era fácil ignorar tal estado de cosas.





Según este autor, del cual se parafrasean algunos fragmentos, el ochenta por ciento, al menos, de crímenes contra las personas y los bienes fueron perpetrados por jóvenes delincuentes que habían perdido toda conexión con la vida hogareña, o que nunca tuvieron ninguna, provenientes, casi exclusivamente, de los peores distritos de viviendas comunitarias o conventillos, los cuales albergaban a una promiscua multitud y donde la mayor parte de las influencias contribuían al mal; porque fueron los hervideros de las epidemias que llevaban a la muerte, los viveros del pauperismo y del crimen que llenaban las cárceles, que arrojaban año tras año despojos humanos a los manicomios y asilos de la isla, así como ingente cantidad de vagabundos y mendigos a las calles, junto con los niños, que no teniendo edad suficiente para trabajar, tampoco gozaban de un espacio para jugar.


“…en el viejo jardín, donde el burgués holandés cultivaba sus tulipanes o coles tempranas, se construyó una casa trasera, generalmente de madera, de dos pisos de altura, al principio… Donde dos familias habían vivido, diez se mudaron”.

En la casa delantera se hacía lo propio, si las paredes eran lo suficientemente fuertes. 

Los bloques de nuevas viviendas, aunque con muros de ladrillos, estaban tan mal planificadas como las antiguas, con habitaciones oscuras y poco saludables, en las que no era posible la ventilación directa porque cada familia estaba separada por tabiques y donde la falta de privacidad era la principal maldición del lugar.

En ese marco de trabajo incesante, durante días, semanas, meses y años, solo para llenar la boca y cubrir la espalda, es al que estos trabajadores cansados ​​regresaban cada noche después de desgastar el cuerpo en el taller, en la tienda o en la calle.



Una escalera remendada y temblorosa conducía, muchas veces, a un único cuarto desnudo y miserable, en com- paración con el cual una celda de prisión encalada parecía un verdadero palacio. Un montón de trapos viejos, en los que acaso el bebé dormía serenamente, servía como la litera común para dormir el padre, la madre y algún par de niños, si es que no integraba ese ambiente una familia pluri- generacional, con algún abuelo, abuela, tía, etc.

El espacio, a menudo era exiguo, por lo tanto, el mobiliario era mínimo.

La calefacción y la cocción se realizaron en estufas de leña o carbón.

El baño de la vivienda por lo general se llevaba a cabo en la cocina, en el fregadero o en una tina portátil.





En las viviendas más antiguas, el agua debía obtenerse de una bomba exterior, frecuentemente congelada en invierno. 

Los escasos retretes estaban en el patio trasero.

Aún así, una imagen de vivienda típica, es la de múltiples líneas de ropa aleteando alegremente en la brisa, vista que hasta puede considerarse agradable en sí misma, si se la relaciona con el trabajo y la limpieza de sus habitantes. (4)



Las antiguas y cómodas viviendas coloniales del frente del East River, por ejemplo, habían caído en manos de agentes de bienes raíces e intermediarios irresponsables. A medida que la inmigración se incrementaba, la ciudad crecía y el negocio prosperaba, las necesidades de los pobres se convirtieron en la oportunidad de los más pudientes.



Las habitaciones grandes se fraccionaron en varias más pequeñas, las bodegas se subdividieron en cubiles húmedos y oscuros, se atestaron los desvanes y hasta hubo establos que se convirtieron en viviendas, sin importar el espacio disponible, ni la entrada de luz natural, ni la aireación suficiente y sin protección para las filtraciones, los efluvios, los hedores o los voraces incendios que dejaban múltiples víctimas y numerosas familias sin hogar.
También frecuentaban esas viviendas las ratas, cucarachas y toda clase de insectos. Durante muchos años, los cerdos vagabundearon por la vía pública y el estiércol de los caballos de tiro no siempre se sacaba de las calles.

Con las primeras noches calientes de junio… cuando la vida en el interior era casi insoportable, cuando se cocinaba, se dormía y se trabajaba, todos juntos en las habitaciones pequeñas, la vivienda se expandía, imprudentemente de toda restricción. Entonces una vida extraña y pintoresca se movía sobre los techos. En el día y temprano en la noche las madres ventilan a sus bebés allí, los niños vuelan sus papalotes desde la azotea, mientras los jóvenes y los adultos cortejaban. En las asfixiantes noches de julio, cuando los grandes barracones eran como hornos de fuego y sus mismas paredes emitían el calor absorbido, hombres y mujeres yacían en filas inquietas y sofocantes, jadeando por el aire y el sueño.


A medida que la emigración de este a oeste seguía la latitud, también lo hacía la afluencia extranjera en Nueva York. 
En los distintos barrios se podían encontrar colonias ale- manas, irlandesas, francesas, africanas, italianas, espa- ñolas, bohemias, rusas, escandinavas, judías o chinas.
Lo único imposible de encontrar en la ciudad principal de Estados Unidos era una comunidad distintivamente estado-unidense. No había ninguna en los conventillos.
Los asalariados de Nueva York no tenían otro lugar donde vivir, eran realmente humildes por no tener mejores hogares; mientras los exorbitantes alquileres a los que estaban atados aumentaban continuamente.


El inmigrante más pobre llegaba con el propósito y la ambición de superarse a sí mismo y, si se tenía la oportunidad, es razonable pensar que la aprovecharía al máximo. 
Así de destacaron, como personajes típicos de la ciudad, el trapero alemán, el verdulero italiano, el irlandés albañil, mientras que el culí chino estaba en posesión casi exclusiva del negocio de lavandería, los descendientes de las tribus árabes se dedicaban el comercio y el trueque (según se dice, solían vender "tierra santa" como una “importación” directa desde Jerusalén) los finlandeses eran marineros, los griegos buhoneros y los judíos mercachifles y sastres.



Los nativos de la región de Bohemia eran mayormente fabricantes de cigarros, en las llamadas fábricas de con-ventillos, donde el propietario cobraba alquileres extra-vagantes, les repartía el tabaco semanalmente y les pagaba el salario más bajo posible, por el cual hombres, mujeres y niños trabajaban hacinados siete días a la semana en estas casas de vecindad, desde el amanecer hasta bien entrada la noche.


El alojamiento en hospedajes de veinticinco centavos mantenía la apariencia de un dormitorio, la mampara encerraba un espacio lo suficientemente grande como para sostener una cama con una silla y permitía quitarse la ropa, siendo la más superficial de todas las pretensiones. 
La cama de quince centavos se alzaba audazmente sin tabique en una habitación llena de literas con sábanas amarillas y frazadas. 
En el nivel de diez centavos desaparecía el casillero para la ropa del durmiente. Ya no era necesario, no había nada que proteger salvo, en general, al inquilino. 
Por lo común, los alojamientos de diez y siete centavos eran grados diferentes de la misma abominación. Una cama, con colchón y manta, representaba la compra aristocrática de quienes, por un golpe de suerte, cambiaban la posibilidad de un destemplado refugio en el piso, por la calidad de uno de estos "hoteles". 


Una tira de lona, ​​ensartada entre maderas bastas, sin cobertura de ningún tipo, era el sofá del inquilino de siete centavos que prefería la comodidad de una estufa al rojo vivo en el centro del salón. Los durmientes inquietos rodaban a intervalos, cayendo de las literas con la conmoción resultante, que rápidamente silenciaba el encargado del lugar.
Casi todos eran hombres jóvenes, muchos, con la buena intensión de abrirse camino por su cuenta, acaso empleados u obreros que, demasiado pobres o demasiado solos para tener un hogar propio, vivieron de esta manera año tras año, pero abundaban los aventureros, estafadores, asesinos, rufianes, ex convictos o vagabundos que se esforzaban por torcer aquella determinación.

“En una habitación que no tenía trece pies dormían doce hombres y mujeres, dos o tres en literas colocadas en una especie de nicho, el resto en el suelo. Una lámpara de kerosene ardía débilmente en la temible atmósfe-ra, probablemente para guiar a otras a sus "camas", ya que era solo pasada la medianoche.  La mayoría de los inquilinos eran hombres que dormían allí por cinco centavos el lugar.”
Sobre el tiempo de las elecciones, especialmente en las elecciones presidenciales, las casas de hospedaje y los conventillos fueron el campo de reclutamiento favorito de algunos jefes políticos locales, en connivencia con los dueños de los alojamientos.
“Debe admitirse que el vagabundo negro de los "hoteles" del West Side es más discriminatorio en este asunto electoral que su hermano blanco. Al menos muestra cierta lealtad al vender invariablemente su voto al postor republicano por un dólar.”
En los callejones que bordeaban o subdividían esos edificios, nunca brilló el sol desde el día en que el diablo los planeó y el hombre los construyó, dijo Riis.
Cada rincón tenía su pandilla, no siempre en los mejores términos con los rivales en el siguiente bloque, pero todos con un programa compartido: desafiar a la ley y con una ambición común: ser detenidos, para posar como héroes ante sus compañeros. La pandilla es una institución en Nueva York.
Los periódicos relataban sus actividades diarias, con una minuciosidad sensacionalista que inflamaba la pretensión de sus miembros, ser tan malos como los peores.
Originadas en el suelo rancio de los barrios marginales, las bandas callejeras estaban compuestas por hijos nacidos en Estados Unidos de padres ingleses, irlandeses, italianos y alemanes y reflejan exactamente las condiciones de los conventillos de donde surgieron.
Bravuconería y robo fueron los propósitos primarios de las pandillas, que con el transcurso del tiempo derivaron en todas las figuras delictivas de la legislación penal.


A pesar de las rencillas locales, existía entre ellos una especie de masonería rufianesca, una camaradería completa frente a un enemigo común. 
Las pandillas, como los zorros, tenían más de un agujero en sus guaridas, en el interior de una cuadra, llena de edificios traseros, a menudo ubicados en todo tipo de ángulos extraños y la búsqueda a través de caminos y pasajes sinuosos es imposible. Los jóvenes ladrones los conocían de memoria. También fueron útiles, en tiempo de elecciones, para el partido o facción que necesitaba sus servicios y estaba dispuesto a pagar por ellos en dinero o en especie. 
Durante el día holgazaneaban en las esquinas de los bares, a la noche saqueaban las tiendas a lo largo de las avenidas o acechaban las barracas del puerto y las barcazas del río. (5)

Además de las duras condiciones de vida, muchos debieron soportar la discriminación social por prejuicios raciales, religiosos o relacionados con el país de origen; se menciona el caso de algunos de los predicadores de las iglesias del Lower East Side, distrito del sudeste de Manhattan, en la ciudad de Nueva York (barrio donde, por entonces, predominaban los inmigrantes bávaros, prusianos, sajones, etc., es decir, alemanes) cuyos sermones denotaban una notoria perspectiva anticristiana: 
"Todavía recibimos alemanes, escandinavos e ingleses que son excelentes ciudadanos y aumentan en gran medida la fortaleza de nuestra nación, pero también recibimos un gran número de ignorantes católicos romanos, judíos rusos y polacos, que se convertirán en un elemento perturbador en nuestro país al entrar en una competencia desastrosa y mortal con la mano de obra no calificada de los EE.UU… La pobreza, la suciedad y la sobrepoblación es algunos barrios extranjeros es lastimosa y enfermiza. Hay secciones que se asemejan a hormigueros y colmenas más que habitaciones humanas.....”                                              
                                  (Maggie Land Blanck - New York City, Tenement Life 
                                                                  http://www.maggieblanck.com/NewYork/Life.html)

La fuente que se transcribe, concretamente hizo referencia a los inmigrantes judios e italianos, que en gran número pasaban a concentrarse en ese barrio, donde el «buen pastor», para conmover a la audiencia en su parte más sensible, aludió directamente al aspecto pecuniario de la cuestión, ya que, en verdad, la mano de obra europea que llegaba sin recursos, necesariamente estaba constreñida a competir por su subsistencia.    





Las empresas navieras siempre hicieron enormes ganancias transportando emigrantes, con el transcurso del tiempo, sus a-gentes se distribuyeron por toda Europa; muy insignificante debe de haber sido la aldea que no haya sido visitada por alguno de ellos, para distribuir carteles publicitarios en las tabernas, posadas o locales más concu-rridos de cada lugar.


Aparte de las deplorables condiciones en las que viajaban los emigrantes de tercera clase, en los primeros cruces transatlánticos, aquellos más pobres entre los pobres, aquellos hombres, mujeres o jóvenes, que ni siquiera habían tenido dinero para pagar previamente el pasaje, se vendían al arribar a los puertos de Nueva York o Filadelfia en pública subasta y al mejor postor, los adultos para servir durante tres a seis años y hasta alcanzar la mayoría de edad los menores. Técnicamente los denominaban "sirvientes contratados", pero en realidad eran esclavos temporales. (6) 
En las colonias del norte la esclavitud fue mucho menos extendida, porque aquellos colonos holandeses, ingleses o alemanes, entre otros, que estaban consustanciados con el pensamiento religioso, tanto de los cuáqueros como de los puritanos y otras hermandades abolicionistas, renegaban de las leyes que menoscababan la libertad inalienable del ser humano, considerando a cierta clase de personas como res sese moventes, es decir semovientes, como el ganado, no obstante, el puerto de Nueva York prosperó también como centro comercial en la trata de esclavos.




La falta de grandes plantaciones con cultivos intensivos masivamente exportables (como el tabaco, el algodón, el azúcar o el arroz, en las colonias del sur) produjeron, en el norte, una economía más diversificada, agropecuaria en los campos aledaños y comercial e industrial en al ámbito urbano, con abundancia de trabajadores de procedencia europea, por lo general con contratos temporales y pagados a destajo, es decir por un precio ajustado en proporción a la cantidad producida, sistema más conveniente, porque el interés del desesperado inmigrante, o de sus descendientes, era obtener el mayor rendimiento en el menor tiempo posible y sus patrones no tenían que hacerse cargo de la vivienda, vestimenta y manutención del trabajador con su familia durante toda la vida.
“Veo que en una cierta porción del territorio de los Estados Unidos en la actualidad la barrera legal que separaba a las dos razas se está desmoronando, pero no la que existe en las costumbres del país, la esclavitud retrocede, pero el prejuicio al que ha dado a luz es inamovible… la desigualdad es sancionada por las costumbres mientras se borra de las leyes del país.  No es para el bien de los negros, sino para el de los blancos, que se toman medidas para abolir la esclavitud en los Estados Unidos.”

“…en general, las colonias en las que no había esclavos se hicieron más populosas y más prósperas que aquellas en las que florecía la esclavitud… que tan cruel con el esclavo, es perjudicial para el amo.” (7)



La idolatría del dinero y la avidez por las ganancias, mencionadas por Tocqueville en 1835, paulatinamente erosionaron el sistema esclavista en los distintos estados de la Unión, tanto como, o más que, las prédicas moralistas. La gente de color manumitida antes, o liberta después de la abolición, también pasó a competir en todas las artes y oficios de la época, refugiándose en las casas de vecindad despreciadas por los blancos, debiendo en muchos casos pagar rentas más altas por las peores habitaciones, dado el pretexto de los propietarios de perder potenciales inquilinos de tipo europeo.



El trabajo de la mano de obra de inmigrantes y esclavos fue uno de los factores importantes en la acumulación de capitales desde los primeros tiempos de la colonización en los Estados Unidos. Por fortuna, como escribió Wea- therford, la isla descansa sobre el sólido lecho del llamado esquisto de Manhattan, comprimido por elevadísimas presiones de las rocas suprayacentes, hace más de 300 millones de años.
Un material menos estable podría no haber soportado la infinidad de rascacielos levantados encima, grandes madrigueras de granito, mármol y auténticos riscos de piedra arenisca, erigidos, en gran parte, por las mayores instituciones financieras del mundo, al tiempo que la isla era perforada, como un panal, por túneles destinados a múltiples servicios urbanos y silenciosas bóvedas que, en el interior de ese estrato rocoso, almacenaron los metales, las divisas y los títulos más valiosos del mundo, pero aún a fines del siglo XIX la inmensa mayoría seguía siendo muy pobre – según Galbraith – la propiedad inmueble era entonces la prueba evidente de un notable grado de éxito, así como, en un principio, el atesoramiento de monedas de oro y plata, sobresaliendo entre estas últimas las piezas españolas de ocho reales, es decir, el patacón.

Como ya se dijo, ante la escasez de dinero metálico en las colonias, se habían utilizado sustitutos, veamos pues el recurso más revolucionario de todos.








El tabaco, empleado como dinero, aunque geográficamente más limitado que el wam-pum, fue mucho más duradero, se utilizó como sustituto mone-tario durante casi dos siglos. 

Los productores tabacaleros de Virginia, Maryland y Carolina impusieron el tipo de cambio flotante entre el peso de una libra de hojas y su equivalencia en libras esterlinas, según que el precio del producto subiese o bajase, pero además lograron que los gobiernos locales prohibieran los contratos que exigían el pago en metálico y procuraron controlar la producción para mantener su poder adquisitivo.

Como una libra de hojas de tabaco de ínfima categoría, seguía siendo una libra de tabaco, resultaba ventajoso ponerlo en circulación y reservar el de calidad superior para exportar. Por eso se crearon almacenes públicos que emitían certificados que acreditaban la cantidad y calidad del producto depositado y los billetes de tabaco circularon como moneda de curso legal hasta fines del siglo XVIII.

Durante algún tiempo, el arroz de North Carolina fue un sustituto del dinero, en otros lugares se utilizó el ganado, cereales, whisky o brandy, pero ninguna de esas alternativas tuvo, posteriormente, la trascendencia del papel moneda.

Entretanto, el gobierno local de Massachusetts, ante la escasez de metálico, la imposibilidad de garantizar el peso de muchas de las piezas en circulación, recortadas o cercenadas y, sobre todo, determinar la pureza o autenticidad de las supuestamente falsas, en 1652 autorizó, por treinta años, el establecimiento de una ceca en la ciudad de Boston para acuñar monedas de plata, de tres, seis y doce peniques, con el metal que le llevaran los particulares para convertirlos en plata amonedada, ya fueran lingotes, joyas, candelabros, hebillas, platos, utensilios domésticos, etc., incluso las monedas de baja ley, las que se fundían para aprovechar el metal valioso que contuvieran, ya que la paridad fijada para el numerario a labrar favorecía esas operaciones, aun teniendo en cuenta el costo de la acuñación.



Piezas de plata similares a estas se entregaban para su fusión, refinamiento y amonedación; en estos casos muestran los sellos de John Hull y Robert Sanderson, prestigiosos orfebres de Boston que fueron designados como oficiales de esa casa de la moneda. 
La ceca de Massachusetts Bay fue la primera, la más exitosa y la más larga de todas las empresas coloniales de acuñación en el norte americano, allí se labraron las referidas monedas de plata, sin fecha, aparentemente desde junio a octubre de 1652, con la sigla NE (New England) en el anverso y la denominación en el reverso (en este ejemplo XII peniques, es decir un chelín).

PLATA O.925 - PESO 4,66 g  - DIÁM. 25-28 mm 
Se desconocen las causas por las cuales se utilizó ese tosco diseño que, obviamente, se prestaba fácilmente para el recorte y la falsificación, pero ya a los pocos meses comenzaron a utilizarse otras improntas mas complejas con leyenda, fecha y diferentes motivos arbóreos: sauce (1652/1660) roble (1660/1667) y pino (1667/1682).



Aunque acuñados posteriormente, todas esas primeras monedas coloniales norteamericanas llevan impreso el año 1652, es decir que hacían referencia al período de abolición de la monarquía inglesa e instauración de una supuesta república que culminaría con el protectorado del puritano Oliver Cromwell (1649/1660) circunstancias que los puritanos influyentes de Massachusetts aprovecharon para decidir independientemente, entre otros asuntos, la acuñación de su propia moneda sin transgredir las prerrogativas reales, pero, con la restauración de la monarquía, no obstante las tramitaciones realizadas, no pudieron extender el funcionamiento de la ceca más allá de la fecha de vencimiento del contrato original en 1684.
Los chelines de Boston, destinados en principio solo para promover el comercio local y pese a su menor valor específico con respecto a los shillings inglesesfueron apreciados en todas las demás colonias de la América del Norte, se usaron en Canadá y circularon hasta en las islas caribeñas, no obstante los controles aduaneros adoptados por el gobierno de Massachusetts para evitar su exportación.
Por ende, la plata amonedada siempre fue escasa en las colonias, en relación con la demanda de los comerciantes; para facilitar sus tratos y atesoramiento siempre prefirieron los reales hispanoamericanos, que en 1672 se llegaron a sobrevalorar, oficialmente, un 33% por sobre la paridad con Inglaterra. (8) 

            8 Reales - Potosí - 1664             
Portal Fuenterrebollo
http://www.fuenterrebollo.com


Monnaie de cartes à jouer
(moneda de la carta….. de la baraja)
Nueva Francia fue una colonia francesa en América del Norte desde 1534 a 1763, con capital en la ciudad de Quebec, cuyo territorio se extendía por gran parte del actual Canadá y la antigua región de Louisiana, desde los Grandes Lagos hasta el Golfo de México.
En Nueva Francia , al final del siglo XVII, la escasez de monedas es evidente, por las restricciones monetarias de la metrópoli y por las dificultades del transporte.
En junio de 1685, Jacques de Meulles, como gobernador de esas posesiones y ante la carencia de fondos para pagar a la oficialidad, personal de tropa y proveedores, sin imprenta, ni papel en cantidad suficiente, decide utilizar el material que más abundaba entre la soldadesca: los naipes usados en sus habituales juegos de cartas.

Tras estampar, su sello y/o firma, los habilitaba, con varia- das denominaciones, para su circulación en los distintos asentamientos, hasta que lle-gara el suministro del nume- rario metálico que permitiera redimir esos naipes y des-truirlos.
Según fuentes francesas, podría decirse que ésta fue la primera emisión papelera de “moneda de necesidad” u obsidional en América, es decir, numerario fiduciario y transitorio para solucionar la falta de dinero circulante en circunstancias excepcionales de guerra o revolución, asedio de una plaza, ocupación bélica de un territorio, etc.


Cinco años después, fracasada la expedición armada por Massachusetts contra la fortaleza de Quebec, por lo tanto, frustrada la intención de financiarla con el hipotético botín de los despojos de guerra, ante la carencia de fondos propios y la renuencia de los pobladores a cargar con nuevos impuestos para pagar a los derrotados, el gobierno civil de no encontró otra alternativa que emitir billetes prometiendo su conversión futura en metálico. 

Para los anglo-americanos, fue en la colonia de Massachusetts, durante el año 1690, donde se emiten por primera vez en América (incluso en el Imperio Británico) los bills of credit (letras de crédito) 
que circularon como papel moneda.

Mientras hubo escasez de metálico, el papel moneda sería un recurso efectivo de intercambio por ser más práctico para las transacciones que el trueque de productos, manufacturas o wampum; la utilización de estos últimos como dinero se pierde en los primeros años del siglo XVIII, precisamente cuando se comienza a adoptar esa nueva forma monetaria que, sin tener un valor intrínseco, sustentaba su justiprecio en la imposición de su curso forzoso entre los particulares y en la confianza que sería acepta por el gobierno colonial en pago de deudas e impuestos.

Esos billetes, facturas o notas de crédito, se utilizaron, en principio, para financiar acciones militares; sirvieron para pagar tanto a la soldadesca reclutada como a los proveedores y dado que se habilitaron para satisfacer deudas e impuestos, como para efectuar depósitos, durante muchos años circularon a la par de la plata, de mano en mano como moneda y sin que se produjera depreciación alguna porque su emisión fue muy limitada, pero como “si algo es bueno, más de lo mismo debe ser mejor”, las sucesivas emisiones se convirtieron en algo sistemático, su convertibilidad se prorrogaba reiteradamente y entonces terminaron perdiendo gran parte de su valor, como pasó también con pródigas difusiones de papel moneda en Rhode Island y South Carolina, en tanto que fueron más exitosas las emisiones de Pennsylvania, New York, Maryland y otras colonias, porque se usaron como un recurso temporario y en cantidad limitada, sirviendo para sufragar determinadas obras públicas (faros, cárceles, etc.) indirectamente coadyuvaron a la reactivación de la industria y el comercio local.

Con el fin de evitar su falsificación, esas primeras notas o facturas de la colonia de Massachusetts se numeraron sucesivamente, con un recorte ondulado o sangría en la parte superior; el talón resultante, cercenado y numerado, era retenido por el organismo emisor para verificar su inequívoca correspondencia de número, corte y dibujo con el billete original, cuando este volviera a la entidad en pago de algún impuesto o deuda.
El sistema del sangrado dejó de utilizarse porque, con el correr del tiempo, las facturas retornaban con deterioros o rasgaduras que imposibilitaban comprobar dicha coincidencia, además la mayor cantidad de billetes emitidos posteriormente hizo impracticable dicho procedimiento.

No obstante algún hábil pendolista logró alterar fraudulentamente el siguiente billete. (9)

Falso billete de 20 chelines de 1690
Colonia de Massachusetts
Tamaño: 105 x 155 mm
Adulteración en  la denominación original de dos chelines seis peniques 
de uno de los primeros billetes emitidos por un gobierno en el mundo occidental

Nueva York fue, en 1709, la tercera colonia en emitir papel moneda (después de Carolina del Sur en 1703) para financiar una expedición militar a Canadá, tres alcaldes de la ciudad fueron autorizados para firmar los billetes con tintas de distinto color.
Durante ese mismo año, otras tres colonias siguieron a las anteriores en cuanto a las emisiones iniciales de estas nuevas formas monetarias: Nueva Jersey, Connecticut y Nuevo Hampshire y todas las demás en los años subsiguientes, procurando con sus renovados diseños evitar las frecuentes falsificaciones.


10 chelines - Nueva York - 1709
https://coins.nd.edu/ColCurrency/index.html
3 libras - Nueva Jersey - 1776
http://historiccamdencounty.com
















Desde 1751 el parlamento inglés pretendió prohibir las emisiones de papel moneda y la creación de instituciones bancarias que las regularan, temiendo que ese avance autárquico de sus colonias desembocara en una total independencia, cuestiones que causaron un agravamiento de las tensiones entre Gran Bretaña y las provincias coloniales.
A ello deben agregarse, la contribución que Gran Bretaña intentó imponer, en 1763, a las colonias americanas por la multimillonaria deuda contraída con motivo de la guerra por las posesiones francesas en Canadá y al este del Mississippi; el gravamen a la importación de azúcar de 1764, el impuesto a la utilización de papel sellado en 1765, otras cargas a artículos comunes, como el té, en 1770, como así también una serie de actos coercitivos en represalia por la resistencia a aceptarlos, como la gran cantidad de soldados ingleses apostados en las colonias americanas y, en el caso de Boston, la obligación de tolerar su acuartelamiento en casas civiles.


La idea del papel moneda surgió en China, los avan-ces tecnológicos lo genera-lizaron en Europa, aunque, después de resonantes fra-casos, su primera aplicación exitosa, según Weather-ford, se verificó, en las co- lonias americanas, funda-mentalmente por el tras-cendente protagonismo de Benjamin Franklin (Boston, 1706; Filadelfia, 1790) dé- cimo y último hijo de un fabricante de velas y jabón.

Desde niño hubo de trabajar como aprendiz de impresor sin poder completar los estudios básicos de la época, pero fue un fervoroso lector de todo el material que pasaba por sus manos, así fue como, aunque autodidacta, sería reconocido como un intelectual ilustrado.

Establecido en Fila-delfia con su propia imprenta, desde jo-ven se interesó por cuestiones tales co-mo la independen-cia del país, la li-bertad de cultos, la abolición de la es-clavitud o la emi-sión  del papel mo-neda necesario pa- ra el fomento de la economía en las colonias, recurso con el cual los gobiernos dejarían de depender de las exiguas reservas en metálico y de los banqueros o prestamistas británicos, razones por las cuales fue contratado para su impresión en Pennsylvania, New Jersey y Delaware.   

Anverso y reverso de una nota de tres peniques
Papel moneda emitido por la Colonia de Pennsylvania
Impreso por Benjamin Franklin y David Hall en 1764.

https://commons.wikimedia.org

Todos estos billetes estaban regulados por el gobierno británico y aunque se denominaban en libras (pounds) chelines (shillings) y peniques (pence) su valor no estaba a la par de las monedas inglesas de plata y por sus repetidas emisiones, se depreciaban continuamente con respecto a la que era moneda predominante en ese entonces:

la hispanoamericana de ocho reales, 
llamada por los colonos spanish dollar 
piece of eight.


   8 Reales - Lima 1568-69   
(Peso: 26,7 g)

http://numismaticadeamerica.blogspot.com.ar










En la Ciudad de los Reyes (actual Lima - Perú ) se modelaron los primeros reales de a ocho americanos que, como sus similares españoles, solían ser llamados vulgarmente "duros", "pesos fuertes" o "patacones".
El apelativo de "columnarios" deriva de las mitológicas columnas de Hércules impresas en el reverso y relacionadas con la frase latina PLUS ULTRA (más allá) que hacía referencia a los dominios hispánicos ultramarinos.
Este apodo se hizo extensivo a las nuevas emisiones de ocho reales que se acuñaron en Potosí (actual Bolivia) desde 1652.
Pero, a las monedas que propiamente, en sentido estricto, más les conviene esta adjetivación, por sus características y difusión, es a la moneda de cordoncillo labrada en México a partir de 1732, en cuyo reverso aparecen ambos hemisferios adosados, oriental y occidental, coronados con el símbolo real de la casa de Borbón y sobre "la mar océana", como decían antiguamente, flanqueados por las mencionadas columnas y circunvalados por la leyenda UTRAQUE UNUM (ambos son uno) significando la unión del nuevo y el viejo mundo, detalles a los que se agregan la fecha de emisión y la marca de la ceca responsable de su acuñación.
(10)


   8 Reales - México - 1732   
(Plata: 0,931 m - Peso: 27 g - Diám.: 39 mm)
Portal Fuenterrebollo
http://www.fuenterrebollo.com

En el Segundo Congreso Continental de 1775, asamblea de representantes de las trece colonias anglo-americanas, no sólo se debatió sobre el curso de las acciones a seguir en cuanto a las relaciones exteriores con Inglaterra, sino que, previendo un incremento de la tensión existente, susceptible de derivar en inminentes y decisivos enfrentamientos armados, se resolvió autorizar una primera emisión de billetes por tres millones de dólares para sufragar los primeros gastos de guerra. Sobrevendrían muchas más.


El portador tendría derecho a recibir, opor- tunamente, igual cantidad en “Spanish milled Dollars” o su equivalente en oro o plata.    






https://coins.nd.edu/ColCurrency/CurrencyText/CC-05-10-75a.html

Por las mejoras técnicas empleadas en el laminado, prensado y acuñación del metal, la citada expresión inglesa quiere decir: monedas de plata española, acuñada en molinos de tracción animal o empleando la fuerza hidráulica, para mover los rodillos grabados en hueco con el anverso y reverso de la moneda y entre los cuales se hacía pasar la lámina de metal, como así también, las piezas estampadas en prensas accionadas por un volante que hacía descender verticalmente el cuño que grababa, a presión, una cara del cospel, interpuesto sobre el troquel inferior, que imprimía la otra cara. Complementaba esta labor el labrado del canto, o cordoncillo, para evitar su falsificación y cercenamiento. 
Obviamente, las más cercanas y con alto grado perfeccionamiento, eran las labradas en la ceca de México desde 1732, también llamadas "pillar dollars" (dólares de pilares) en alusión a las mencionadas columnas.  
Se prometía que un dólar, en billetes "continentales", sería equivalente a un real de a ocho.
Los acontecimientos se precipitaron, fueron necesarias nuevas emisiones para costear mayores gastos en pertrechos y bastimento, fundamentalmente después de la declaración de la independencia de los Estados Unidos el 4 de julio de 1776.


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Medio dólar continental (1776) a pagar en "dólares españoles" o su equivalente en oro o plata - En el reverso, trece anillos entrelazados representan a los trece Esta-dos de la Unión.
Los diseños de Benjamin Franklin fueron adoptados meses después con el propósito de acuñar una nueva moneda de plata. 

A su vez, los estados coloniales también procedieron a la emisión de papel moneda para satisfacer las más apremiantes necesidades. 

Three Spanish Milled Dollars
New York - 1776
Forty Spanish Milled Dollars
Congreso Continental - 1778


          "Entre junio de 1775 y noviembre de 1779, hubo cuarenta y dos emi- siones de dinero por el Congreso Continental, por un valor nominal total de 241.600.000 dólares. 
En los mismos años, los Estados emitieron otros 209.500.000 dólares." 
John Kenneth Galbraith: El dinero - Ed. Hyspamérica - Madrid - 1983

Five Spanish Milled Dollars
Virginia - 1776
Como las emisiones de los respectivos Estados y del Congreso Continental exce-dieron en mucho al paralelo aumento de la producción y el comercio, los precios su-bieron, al principio paulati-namente,gradual y progre- sivamente después, hasta terminar a un ritmo desa-forado.
Los acreedores huían de sus deudores para que no les pagasen con billetes desvalorizados.
Según transcribe Galbraith, muchas de las dolien-tes viudas de esa época, estaban más desconsoladas que nunca..... la herencia de su amado y difunto esposo prácticamente se había esfumado; las vírgenes doncellas con expectativas de recibir una sólida dote..... sólo pudieron conservar sus encantos y virtudes. (11)

Fifty Five Spanish Milled Dollars
(CONGRESO CONTINENTAL)   -   1779

El Congreso norteamericano, en 1780, dejó de imprimir esos billetes desvalorizados y no volvería a estampar papel moneda hasta casi una centuria después, pero los respectivos estados componentes de la unión siguieron emitiendo su propio papel moneda.
  
One Spanish Milled Dollar
Georgia - 1776
One Spanish Milled Dollar
South Carolina - 1776















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One Hundred Spanish Milled Dollars - Virginia - 1778













......
...
...
Así, pues, los Estados Unidos nacieron en una marea alta, no de inflación, sino de superinflación, esa clase de inflación que sólo termina cuando el dinero no vale absolutamente nada”. (12)

Además, el circulante se incrementó con las falsificaciones introducidas por los ingleses para desestabilizar la economía colonial.

Señaló Galbraith, que la utilización del papel moneda, en esas circunstancias, no fue una opción. Ante la falta por entonces de yacimientos auríferos o argentíferos, la renuencia generalizada a cargar con nuevas imposiciones tributarias, en todo caso, la dificultad de recaudarlas de una población desperdigada en un vasto territorio, sin una organización fiscal eficiente, frente a la imposibilidad de contraer empréstitos cuantiosos en el exterior y con el dominio enemigo en distintos puntos de la costa, los congresistas no tuvieron otra alternativa.


Recién en 1790 los billetes continentales fueron redimidos de sus poseedores..... se les reintegró “generosamente” un centavo en metálico por cada dólar billete, es decir, habían perdido el 99% de su valor.

Lógicamente, después de esa experiencia hiperinflacionaria, nada concitaba mayor preocupación que sostener precios estables y un sistema monetario materialmente sólido.
Las primeras prácticas de labrar y poner en circulación monedas de plata de carácter nacional, para los trece estados que luchaban por la independencia del país, datan de 1776 (el Continental Dollar) suponiéndose que estaban destinadas a reemplazar al dólar papel, la escasez de metálico y la vertiginosa depreciación de los billetes en circulación tornaron inoportuna e inconveniente esta iniciativa, pues aquellas hubiesen tenido un valor intrínseco superior a la denominación de éstos. 
DÓLAR CONTINENTAL DE PLATA - 1776

Recurrentemente, en los ámbitos políticos y económicos de los Estados Unidos, se había considerado la necesidad de un sistema monetario propio para liberarse de las regulaciones monetarias británicas.

En el Congreso Continental de 1785 se volvió a tratar este asunto, destacándose el trabajo que había presentado Thomas Jefferson en 1782, cuando era Secretario de Estado, donde discurría sobre las condiciones que debía reunir la nueva moneda y la conveniencia de es- tablecer el sistema decimal. 

Al decir de Jefferson,
"The Spanish dollar seems to fulfill all these conditions."
"The unit, or dollar, is a know coin, and the most familiar of all to the minds of the people. It is already adopted from south to north; has identified our currency, and therefore happily offers itself as an unit already introduced."
("El dólar español parece cumplir todas estas condiciones.")
("La unidad, o dólar, es una moneda conocida, y la más familiar de todas para las mentes de las personas. Ya está adoptado de sur a norte; ha identificado nuestra moneda, y por lo tanto se ofrece felizmente como una unidad ya presentada.")
Notas sobre el establecimiento de una casa de dinero y de una moneda para los Estados Unidos por Thomas Jefferson - Library of Congress - 


Como consecuencia de ese informe, en 1785 el Congreso adopto el "dólar español" como unidad monetaria y el sistema decimal.


La Ley de la Moneda, aprobada por el Congreso en 1792, crea la Casa de la Moneda (US Mint) establece el sistema decimal y fija el dólar de plata como la unidad monetaria del país.
"Dollars or Units each to be of the value of a Spanish milled dollar as the same is now ....................current.".................... 
("Dólares o Unidades cada una debe tener el valor de un dólar molido español, ya que el mismo ahora es actual.")
.-      Sección 9 de la Ley de la Moneda de 1792      - 
https://en.wikipedia.org/wiki/Coinage_Act_of_1792#cite_note-3
-  Fragmentos del Acta del 2 de abril de 1792  -

Los dólares españoles se convirtieron en moneda de curso legal en los Estados Unidos por una ley del 9 de febrero de 1793, y no fueron desmonetizados hasta el 21 de febrero de 1857.

Recién en 1794 se estampa el nuevo dólar de plata estadounidense, de circulación corriente hasta 1977, excepto durante cortos períodos en que se interrumpe su acuñación.

El dólar de plata siempre tuvo menor cantidad de ese metal que sus principales competidoras hispanoamericanas, la moneda columnaria (1732-1772) de 916,666 milésimas y las de busto (1789-1822) de igual valor nominal, ocho reales, aunque con menor contenido de plata (902,777 milésimas).


SILVER DOLLAR - 1794
"Pero, las emisiones de dólares de plata, de acuerdo a su contenido del metal, no pudieron circular a la par de la moneda hispa- noamericana que contenía más plata y su conversión por las monedas de ocho reales se realizaron en general con descuento entre los comerciantes que ponderaban el peso en plata pura de cada moneda."
Con el tiempo, la recurrente falta de metálico y en el mejor de los casos, la incomodidad que representaba el transporte de una suma importante en pesadas divisas, hizo que el papel moneda convertible y el cheque fueran predominantes en las transacciones co-merciales.

Con el aumento de la población, la expansión del territorio y el incremento del comercio exterior, los dólares de plata iniciales no fueron suficientes, estimándose que mucha gente común de aquella época nunca hubo de verlos, por tal razón, simultáneamente circulaban los reales de a ocho hispanoamericanos (Spanish Milled Dollars) y otras monedas europeas, incluidas las libras, los chelines y los peniques, es decir que, como apunta Figueroa de la Vega, aquellas primeras emisiones no tuvieron mayor significación monetaria. (13)


La expansión territorial al oeste de los Apalaches y la necesidad de créditos para adquirir tierras, semillas, animales, herra-mientas, viviendas, artículos de consumo e indumentaria o la materia prima impres- cindible, según fueran agricultores, ganaderos o comerciantes promovió la proliferación de más de un millar y medio de bancos de los estados provinciales y privados.


Diligencia en la oficina de Wells Fargo, Virginia City - Nevada 1866
Publicado por: starboardside   -   http://pixdaus.com


“Toda población lo bastante grande como para tener una iglesia, una taberna o una herrería, se consideraba adecuada para tener un banco.”  (14)

Esos Bancos otorgaban préstamos mediante billetes de su propia emisión, supuestamente garantizados con el metálico de las reservas que estaban obligados a atesorar, aunque generalmente las emisiones excedían las reservas disponibles y es por eso que, en algunos casos, según comentarios de la época, dichos fondos se ponían en curiosa circulación: los trasladaban de una entidad a otra antes que llegaran los inspectores encargados de verificar su monto y la relación con los billetes emitidos.

Es de señalar que no todos los billetes corrían a la par del oro o la plata, dependía del prestigio del banco emisor y la posibilidad de convertirlos en esos metales de forma inmediata, por lo tanto, muchos de ellos eran sometidos a más que importantes descuentos cuando se entregaban para comprar artículos o pagar deudas, circunstancia agravada por la simultánea circulación de una gran cantidad de papel moneda falsificado; antes de finiquitar una operación importante, era menester consultar alguno de los catálogos existentes para discriminar acertadamente los billetes en circulación según su calidad.

A todo esto, el pueblo norteamericano, cuando no sufría los embates inflacionarios, corría el riesgo de perder sus ahorros en manos de algunos banqueros inescrupulosos o quedaba con puñados de billetes sin valor, emitidos por una entidad en fraudulenta bancarrota.     

Algunas entidades bancarias, en algún momento, manifestaron su promesa de convertir los billetes en moneda, contante y sonante, imprimiendo en el anverso de los mismos las imágenes de los reales de a ocho.

FACSÍMIL DE UN BILLETE DE 5 DÓLARES
CON LA IMAGEN DE CINCO MONEDAS DE 8 REALES C/U
 
Five Dollars - Ohio - 1840
Three Dollars - Illinois - 1837









Two Dollars - Holley Springs (Mississippi) - 1860



Two Dollars - New York 
(Billete de prueba sin firmas)


50 Cents - Utica  (Michigan)
(Billete equivalente a 4 reales)




12 1/2   Cents - Newark (Ohio) - 1841
(Billete equivalente a 1 real)












75 Cents - Tuscaloosa (Alabama) - 1841
(Billete equivalente a 6 reales) 
25 Cents - Nashville (Tennessee) - 1861
(Billete equivalente a 2 reales)















50 Cents - Natchez (Mississippi) - 1862
 (Billete equivalente a 4 reales)







Three Dollars - Holley Springs (Mississippi)










Two Dollars -  
Mystic (Connecticut) - 1858


En estos dos últimos billetes, se sobrepone un dólar de plata a las monedas mexicanas, con el objeto de destacar, tanto la paridad de las mismas, como la generalizada promesa (no siempre cumplida) de convertir ese papel impreso en moneda sólida. 



Five Dollars - Bank of Upper Canadá - 1819
La omnipresencia de la moneda de ocho reales en todo el mundo, también se manifiesta en este billete del Banco del Alto Canadá de la ciudad de Toronto, emitido durante la época del gobierno colonial británico, que ilustra su parte inferior con cinco moneda de dólares hispanoamericanos.   

Se estima que en esa época se propagaron, en el territorio estadounidense, unas siete mil variedades de billetes de bancos locales, con diferentes medidas, colores y diseños, únicos sustitutos de un inexistente papel moneda de rango nacional y un recurso ante la endémica carencia del escaso numerario metálico circulante. (15)


“...el sistema monetario americano seguía siendo, sin rival, el más desconcertante en la larga historia del comercio y de la codicia humana”. (16)


El actual papel moneda de los Estados Unidos también derivaría – como en anteriores ocasiones – de un acontecimiento bélico, el más cruento dentro de su territorio, la Guerra Civil o de Secesión (1861-1865). A partir de 1862 el gobierno federal promulgó una verdadera divisa nacional, los “billetes verdes” (greenbacks) llamados popularmente así, por el color de la tinta con la que se imprimió el reverso.
Además de soldados, armas y vituallas, el gobierno presidido por Abraham Lincoln hubo de necesitar imperiosamente de las máquinas rotativas; en sucesivas emisiones se alcanzó la suma de 450 millones de dólares en ese papel moneda fiduciario, sin valor intrínseco, ni res- paldo alguno, que se usó como dinero obliga-toriamente, por disposición gubernamental.
  


Greenback (serie 1862-63)

Al finalizar el conflicto armado, los "dorsos verdes" sólo equivalían a poco más de un tercio de su valor nominal y los tenedores hubieron de esperar hasta 1879 para intercambiarlos, a la par, por monedas de oro.
En los Estados Confederados del Sur, el bando vencido, se duplicó con creces la cantidad de billetes emitidos, los cuales generaron una inflación superior al 9.000% y nunca nadie pudo recuperar ni un centavo del dinero equivalente al valor nominal de los mismos.  

Pero este asunto y la posterior evolución de los dólares de oro, plata, cobre o papel… forman parte de otra historia.



CONCLUSIÓN 

Entre las primeras monedas que tuvieron circulación corriente de curso legal en Estados Unidos, desde la época colonial hasta el 21 de febrero de 1857, se encontraban las piezas de ocho reales (también llamadas duros, pesos fuertes o patacones) primordialmente las acu-ñadas y emitidas a partir de 1732 en México.

La pureza en plata de esas monedas así como la calidad de su estampa, las tuvo como protagonistas en el comercio regional y también en el ultramarino de oriente y occidente, por lo que fueron el modelo de referencia para los primeros dólares de plata y el papel moneda estadounidenses. (17)

En 1785 el Congreso Continental adoptó oficialmente los Spanish Milled Dollar como unidad de valor, pero no fue sino hasta 1792 que se instala la Casa de Moneda y, recién en 1794, se emite el primer dólar de plata.

Incluso, la influencia del sistema español se extendió durante muchísimos años al mercado de valores de Wall Street, donde la cotización de las acciones, hasta 1997, se media en octavos de dólar, atávica reminiscencia del sistema octal de los reales hispanoamericanos, no obstante que el monetario decimal regía plenamente en los Estados Unidos desde 1792.





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1 .- John Kenneth Galbraith – El dinero – Hyspamerica (Buenos Aires – Madrid) 1983
2 .- Giovanni Caboto fue el padre de otro célebre marino y cartógrafo, el veneciano Sebastiano Caboto (Sebastián Gaboto, para los españoles de aquella época) quien, al servicio de los reyes de España, durante los años 1527/28 exploró los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay.  
3 .- Alexis de Tocqueville: Democracy in America (1835) trancripto por Jack Weatherford: La historia del dinero – Ed. Andrés Bello – Barcelona – España – 1997
4 .- Maggie Land Blanck: New York City, Tenement Life
http://www.maggieblanck.com/NewYork/Life.html
5 .- Alexis de Tocqueville: Democracy in America (1835) - American Studies at the University of Virginia: http://xroads.virginia.edu/~HYPER/DETOC/toc_indx.html
6 .-  Maggie Land Blanck: Scribner's September 1877: The Immigrants Progress
http://www.maggieblanck.com/Scribner1877/S.html
7 .-  Alexis de Tocqueville: Obra citada.....................................................................................
.......Gustave de Beaumont: Marie ou l'Esclavage aux Etats-Unis (1840)
.......The Gutenberg Project EBook - http://www.gutenberg.org/ebooks/15463
8 .- Louis Jordan: Colonial Currency - Univ. Notre Dame - Depto. Colecciones Especiales
https://coins.nd.edu/ColCurrency/CurrencyIntros/CurrencyIntro.html
9 .- Ídem 
10.- Manuel Vilaplana Persiva: Historia del real de a ocho - Universidad de Murcia - 1997  /  Julio Torres: La implantación de la moneda en América:
https://revistas.ucm.es/index.php/RFRM/article/viewFile/RFRM9495110115A/12269
11.- John Kenneth Galbraith: El dinero – Hyspamerica (Buenos Aires – Madrid) 1983
12.- Ídem
13.- Francisco Figueroa de la Vega: El dólar de plata – Departamento de Cultura de la Comunidad Autónoma de Cataluña – España - 2005
14.- John Kenneth Galbraith: Obra citada
15.-Jack Weatherford: La historia del dinero – Ed. Andrés Bello – Barcelona – España – 1997
16.- John Kenneth Galbraith: Obra citada
17.- Francisco Figueroa de la Vega: Obra citada